La semana pasada fui al cumpleaños de mi amiga de siempre. Estaban sus compañeras de curso del colegio de siempre, las que veo todos los años en esa misma fecha. Hacía tiempo que no veía a esta niña en particular, (a la que llamaré Antonieta, porque se me antojó solamente). Las dos llegamos temprano, y sentadas cerca nos pusimos a conversar. No sé cómo salió el tema de los hijos, y ella dijo “Yo congelé mis óvulos hace poco”.
Quedé muda. Era la primera vez que conocía a alguien que hubiera eso hecho eso. No sé, siempre lo imaginé para mujeres con problemas de fertilidad, para una in vitro en caso de, pero no. El caso de Antonieta era otro. Ella tiene un hijo de ocho años, y una separación de su único marido hace casi la misma cantidad de tiempo. Y me decía:
“Yo no puedo controlar el volver a tener pareja. No me quita el sueño tampoco, llevo muchos años sola. Pero ¿privar a mi hijo de un hermano?, eso sí es algo que me genera problemas. Yo ya críe sola, sé que me la puedo. No es que lo tenga asumido, pero es una posibilidad que barajo.
Primero quise adoptar. Pues, considerando que tengo una buena situación, que quiero un niño no tan pequeño y que hay tanto chiquillo abandonado, era un esquema perfecto. Pero, en Chile es súper difícil por no decir imposible que den un niño en adopción a una mujer sin marido.
De hecho hice varios trámites, y al final una de las niñas que vio mi dedicación me dijo “sabe, me da mucha pena decirle, pero es casi una maldad que le den esperanzas de adoptar. Aquí eso es muy complicado para matrimonios sin hijos, que son la prioridad. Luego vienen los con hijos y luego el resto de los interesados”.
Después de eso, decidí congelar mis óvulos. Es por el tema de minimizar los riesgos de salud de un posible embarazo más vieja. Obvio que son mejores los óvulos de una mujer de 36 que mayor. Así que mientras me decido, los congelé”.
Nunca se me había ocurrido hacer algo así. Claro, tampoco, como ella, tengo un hijo que me pide un hermano. Hasta aquí, aún tengo el sueño de quizá alguna vez tener una pareja y un hijo propio…
No me atreví a preguntar el precio del tema, ni cuántas sesiones son, ni si duele, ni cuánto tiempo duran congelados. Ni, si en caso que se quieran fertilizar, cómo se hace y cuánto cuesta. Sólo me quedé pensando que es cierto, corre el reloj biológico. Y si las leyes te dificultan tanto el poder volcar el instinto maternal en niños ajenos no deseados, al menos la ciencia da la oportunidad de dejar las cosas preparadas por si los sueños no se pueden cumplir enteros, al menos sí una parte.
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